sábado, 9 de noviembre de 2013

¿Por qué Estados Unidos ejerce el terrorismo internacional?

El apoyo tácito de Estados Unidos hacia los opositores sirios reitera, una vez más, el activismo político de la primera potencia mundial en materia de terrorismo. Y se habla de 'una vez más' porque su trayectoria a lo largo del tiempo y espacio así lo confirma. 

Estados Unidos constituye una nación que, por naturaleza, trata de garantizar el statu quo de las clases económicas dominantes a través de un sistema de subsidio público y beneficio privado, con una intervención masiva del Estado en la economía (lo que se conoce como 'libre empresa'). Evidentemente, esto sólo sucede a escala nacional, en territorio estadounidense, con un control sobre el tan sólo 4,44 % de la población mundial. Este hecho hace que Estados Unidos necesite de aliados en el exterior que extiendan su concepto de 'libre empresa'. Aquí es donde se entiende su apoyo hacia los opositores sirios. 

Para controlar a la población mundial, Estados Unidos emplea una serie de pasos ordenados de manera lineal que pone en marcha día a día. 

La estrategia comienza por adjudicarse supuestos enemigos para crear confrontación y ganarse el apoyo de cuantos más países, mejor. Primero, los "nazis"; luego, los "rojos"; y ahora, el "fundamentalismo islámico". Esta primera acción da lugar a una situación de polaridad geopolítica de la que Estados Unidos se nutre. 

El siguiente paso consiste en atrincherar sus posiciones con tributos para frenar el avance de los "enemigos".
Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, Estados Unidos no pudo hacer uso de los ejércitos regulares nazis porque todos ellos estaban fuera de juego (aunque sí introdujo a escuadrones nazis en la Unión Soviética como espías); por ello, recapitalizó Francia y Alemania occidental con el objetivo de evitar un posible brote de socialismo en Europa derivado de la influencia soviética: lo que se conoció como 'Plan Marshall'. De hecho, muchos alemanes de la ex-Alemania occidental coinciden hoy en día en que con el Muro de Berlín vivían mejor, pues recibían continuamente dinero de Estados Unidos para que ejercieran de escaparate lujoso de cara a la Alemania oriental; y, con la caída del Muro, dejaron de recibirlo. 

Cuando las dos primeras etapas no dan resultado, Estados Unidos pasa a la tercera y última: la violencia. La Guerra Fría sirvió para que tanto Estados Unidos como la Unión Soviética ejercieran la represión contra los propios suyos. La diferencia estuvo en que la segunda lo hacía de manera directa y explícita, mientras que el primero encargaba la tarea a mercenarios que operaban, sobre todo, en América Latina, donde había riesgo de contagio "comunista".
Los escuadrones de la muerte salvadoreños no se limitaban a matar a las personas: las decapitaban, clavaban las cabezas en estacas y las usaban para decorar el paisaje. La Policía de Hacienda no se limitaba a destripar a los hombres: les cortaban los genitales y se los metían en la boca. La Guardia Nacional nicaragüense no se limitaba a violar a las mujeres: les arrancaban el útero y se lo ponían como capucha. No les alcanzaba con asesinar a los niños: los arrastraban sobre alambres de púa hasta que la carne se desprendiera del hueso, mientras obligaban a los padres a ver todo.
Sin embargo, la Unión Soviética cometió un crimen todavía mayor: acercarse a las bolsas de petróleo del Golfo Pérsico. Eso hizo que la CIA, en respuesta a esa atrocidad, desplegara la red 'Al Qaeda', que echó a la URSS de Afganistán y talibanizó el país.


(Osama Bin Laden, alabado por la prensa occidental)
Desde entonces y hasta nuestros días, Estados Unidos ha asentado la política del terrorismo a lo largo de Oriente Medio cada vez que un presidente se le ha vuelto en su contra. Su objetivo es reducir la región a nivel tercermundista para poder controlar su economía, por lo que, cada vez que un presidente del mundo árabe trate de sacar a su país hacia delante, allí estará la yihad (o el islamismo radical, en su defecto) de la mano de Gran Hermano para evitarlo.
Gadafi (Libia), Sadam Hussein (Iraq), Mubarak (Egipto), Al-Asad (Siria)... todos ellos recibían el apoyo incondicional de Estados Unidos (incluido durante las primaveras árabes) hasta que cometieron el grave error de ponerle freno a sus actividades económicas en la región (delito que no han cometido las dictaduras familiares que controlan los Estados petroleros de la zona, como Arabia Saudí). Siempre fueron rufianes canallas; la diferencia está en que antes eran unos rufianes canallas al servicio de Estados Unidos y después, no.

En definitiva, Estados Unidos está a favor de la independencia y la autodeterminación de los pueblos; eso sí, siempre y cuando sea de otros imperios, como pasaba con Corea del Sur o Vietnam del Sur. Si algún pueblo del imperio estadounidense se desvía o intenta independizarse, habrá que aplicar medidas correctoras que, en el caso sirio (Véase Conflicto sirio), comienzan a dar resultado.