La trayectoria de Oriente medio con el comienzo de la Guerra
fría había ido dirigida al aprovisionamiento económico de ambas potencias, así
como de base geopolítica. El colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas en 1991 dio lugar a un brote de esperanza entre las masas árabes,
que vieron que, por fin, la tensión terminaría: este hecho llevaría a la
desocupación de Oriente medio por parte de las potencias imperialistas y a la
consiguiente independencia política de los Estados que ocupan la región.
Pero no, no fue así. Mientras que lo que quedaba de lo que
había sido el bloque socialista se retiraba a sus posiciones (Rusia y China,
principalmente), el bloque capitalista, liderado y abanderado por los Estados
Unidos de América, se hacía con el control del territorio.
Habiendo o no apoyado a Estados Unidos en la Guerra fría,
los distintos líderes políticos de los países árabes resultaban ya una amenaza
para Occidente, pues, al igual que su propio pueblo, entendían que con el final
de la guerra iban a librarse ya del yugo del imperialismo y del colonialismo.
Pero Estados Unidos no podía perder Oriente medio, y menos ahora, que había
desaparecido el fantasma del socialismo. Por este motivo, se inició una campaña
internacional de militarización y de ocupación por parte de las potencias
europeas y norteamericana en territorios árabes, dando lugar a las guerras
contemporáneas del nuevo milenio. Hechos puntuales como los atentados del 11 de
septiembre de 2001 fueron padre y madre de todas las excusas y pretextos para
esa campaña programada.
Golfo, Afganistán, Iraq, Libia, Egipto, Siria... todas ellas
han sido ocupadas por los Estados Unidos de América o por mercenarios a su
servicio desencadenando, como resultado, una oleada de violencia y de
conflictos armados llevada a cabo por ejércitos regulares al servicio del
petróleo y del colonialismo que lo succiona. El impacto que ésta conlleva sobre
los Estados y las poblaciones civiles es irreparable; la invasión ilegal a Iraq
en 2003, por ejemplo, además de los más de 150 mil muertos entre civiles iraquíes y soldados
iraquíes, estadounidenses y europeos, destruyó toda la infraestructura que
había ya levantada en Iraq, así como la red de tejido económico, por lo que el
resultado de dicha invasión fue la reducción en el país a cenizas.
Pero, aparte del petróleo y de las posiciones geográficas,
¿qué otro motivo lleva a la campaña de ocupación? No se trata ya del petróleo
en sí, sino del uso que los representantes políticos del mundo árabe hacen de
él. Uno de los mayores miedos que tiene Occidente en Oriente medio es que los
Estados petroleros de la zona utilicen sus recursos para desarrollo propio y la
región abandone su papel de "exportador de materias primas" para
pasarse al Primer Mundo. Este hecho haría que Occidente y sus instituciones
económicas satélite (como el Fondo Monetario Internacional) perdieran una
fuente de ingresos colosal, ya que Oriente medio pasaría a ser una región
desarrollada, independiente y, por tanto, ajena a las decisiones que toman los
Estados Unidos de América y la Unión Europea. Y eso está muy mal.
Por este motivo, la campaña internacional de ocupación fue puesta en marcha y los focos de independencia política fueron "adaptados" bajo las directrices de la administración norteamericana. El resultado de esta política exterior ha sido la destrucción de países y poblaciones enteras. Los gobiernos dejados por Occidente a cargo de esos Estados (o de lo que queda de ellos), además, son gobiernos islámicos que, como en el caso de los Hermanos Musulmanes en Egipto, se encargan de impedir que las poblaciones se recuperen y evolucionen. Justo lo contrario de lo que intentan los gobiernos laicos y, por tanto, independientes de Occidente, como el caso del Gobierno de Siria, que sigue sumido en la eterna guerra civil pagada con dinero público estadounidense.
En definitiva, la política de intromisión de la Unión
Europea y de los Estados Unidos de América en Oriente medio ha dado lugar a una
creciente situación de inestabilidad política, económica y social que todavía
perdura. La aparición de jefes de Gobierno y de Estado como Bashar al-Asad, que
quieren "occidentalizar" sus regiones para sacarlas de la agonía en
el que se encuentran, incomoda a agentes de economía internacionales como el
Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, pues estos consideran que el
papel de Oriente medio debe reducirse a nivel tercermundista (regiones dadoras
de materias primas) para que la economía global siga su curso y no haya
competidores, por lo que no consienten que estos líderes políticos pongan en
marcha proyectos independientes. Ello da lugar a la financiación económica por
parte de Occidente de rebeliones populares que hagan caer esos gobiernos que, a
su vez, dan lugar a guerra civiles locales, como la que protagoniza la alianza
yihadista-estadounidense en tierras sirias contra el gobierno de al-Asad.